Crimen sin castigo
Jorge Ramos Avalos
Especial para Nuevo Mundo

 

¿Por qué la iglesia en América Latina no ha hecho nada en contra de los sacerdotes acusados de abuso sexual, como lo acaba de hacer la iglesia en Estados Unidos? Es un crimen sin castigo.

Efectivamente, no basta. La nueva política de la iglesia católica norteamericana —dada a conocer en la conferencia de obispos en Dallas— sobre los casos de abuso sexual infantil es insuficiente. Sí, le prohíbe a los sacerdotes culpables de violación y maltrato sexual infantil el tener contacto con los feligreses en parroquias, escuelas, hospitales y asilos de ancianos. Y esa es una decisión en la dirección correcta. Pero esos sacerdotes no pierden su título dentro de la iglesia. Es decir, al final de cuentas, la iglesia católica sigue resguardando a criminales y eso es inaceptable para muchos, particularmente las víctimas de esos abusos.

Obispos, arzobispos y cardenales en todo el mundo han encubierto los crímenes de los sardotes bajo su supervisión. Eso es un doble crimen: del que lo hace y del que lo oculta. Lo que más indigna de este escándalo es que la iglesia católica, como institución, parece haberse puesto de lado de los criminales en lugar de defender a las víctimas. Ninguna religión debe servir como protección de actos criminales. Y abusar sexualmente de un menor de edad es un crimen. No hay otra manera de llamarlo. Es un crimen.

¿Y cuál ha sido la reacción de una buena parte de la iglesia católica ante esta crisis? Proteger y esconder a los sacerdotes, restarle importancia a las acusaciones de las víctimas y echarle la culpa del escándalo a los medios de comunicación, particularmente los norteamericanos.

El ejemplo más reciente lo tenemos en Honduras, donde una editorial de la revista oficial del clero hondureño —FIDES— acusó a la prensa de Estados Unidos de “amarillista”, de participar en una “campaña destinada a minar la credibilidad de la iglesia”, sacando “de proporción el problema, desempolvando casos ocurridos hace más de 30 años” y con el objetivo de “aumentar las ventas publicitarias y el nivel de utilidades de los medios de comunicación”. Pregunto: ¿Cómo lo saben? ¿De dónde sacaron semejante idea? Ese argumento es ridículo, absurdo y tiene la intención de buscar chivos expiatorios del verdadero problema: el abuso sexual de religiosos a niños.

El escándalo de pedofilia explotó en Estados Unidos ya que la prensa norteamericana no está sujeta a las fuertes presiones que ejerce la iglesia católica en la opinión pública y medios de comunicación en otras partes del mundo. Hasta el momento 218 sacerdotes estadounidenses han sido acusados de abuso sexual a menores y más de 300 demandas pudieran costarle a la iglesia al menos mil millones de dólares. Pero la pedofilia entre los sacerdotes no es un problema “americano”, como ingenuamente lo intentó presentar el Vaticano a principios de año. Se da en los cinco continentes.

En particular, me preocupa que en América Latina ninguna arquidiócesis, absolutamente ninguna, haya dado a conocer las listas de los sacerdotes que han sido acusados, con pruebas, de abuso sexual. Es decir, en latinoamérica la iglesia católica sigue encubriendo a sacerdotes criminales.

¿Hasta cuándo? ¿Acaso el abuso sexual a un niño latinoamericano es menos grave que el de un niño norteamericano?

La sotana no debe ser un escudo legal. Los casos de abuso sexual dentro de la iglesia católica son un triste síntoma de la arrogancia del poder. Un laico que abusa sexualmente de un menor de edad es un criminal que debería terminar en la cárcel.

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